Apreciar la belleza natural de la vida
Apreciar la belleza natural de la vida
Mantener la serenidad en el caos, serenar nuestro espíritu y apreciar la belleza natural de la vida.

En la China dinástica, la legitimidad política de los emperadores residía en el Mandato del Cielo.  Esta doctrina ha estado vigente desde la dinastía Zhou (1027-256 a.C.) hasta el año 1911, en que el derrocamiento de la dinastía Qing daría orígen a la República de China.

Así, durante miles de años, los terremotos, los periodos de sequía, los eclipses, el mal clima y las catástrofes naturales en general, eran interpretadas como señales con las que el Cielo mostraba su desaprobación al gobernante de turno y propiciaba el cambio dinástico. 

El pensamiento confuciano estableció, a partir del siglo V a.C., los cánones que debería observar el hombre virtuoso para merecer el favor del Cielo:  justicia, rectitud, lealtad, reciprocidad y humanidad. Valores universales y atemporales que deberíamos recuperar, compartir y seguir observando aún hoy, en nuestro propio interés. Valores que garantizan no solo la legitimidad de nuestros gobernantes sino también nuestra estabilidad emocional en un mundo tan tecnologizado en el que ya casi no somos capaces de discernir entre lo real y lo deseado (no lo imaginario ni lo imaginado). Un mundo virtualizado donde cada vez nos resulta más difícil discriminar lo aparente de lo vívido, lo tangible y lo inexistente (no lo intangible).

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Pero, ¿qué nos queda entonces en el siglo XXI, el de la inteligencia colectiva, para protegernos de nuestros gobernantes y, por qué no asumirlo, de nosotros mismos?

Nos queda cantar a la vida (tal como hacían los literati de la dinastía Tang) y cuidar de la tierra en que vivimos.

Lo uno nos ayudará a recuperar la sensibilidad perdida, a practicar la introspección, ejercitar la compasión, aprender a fluir y evitar el desconsuelo; lo otro, a mantener la serenidad en medio del caos y del desconcierto, a serenar nuestro espíritu, blindarnos ante la estupidez, la impulsividad y la soberbia.

En definitiva, a encontrar y apreciar la belleza natural de la vida.

 

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